Unidad ¿para qué?

04/09/2014
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Gustavo Tange, militante de Izquierda Anticapitalista de Aragón
 
Unidad1La unidad siempre ha sido un horizonte mítico para la izquierda y desde siempre ha formado parte de su discurso. Aunque, en la práctica, haya servido como materia de mofa como en la tantas veces repetida escena de «La vida de Bryant», donde aparecían innumerables frentes por la unidad.

Hay tres aspectos donde se fundamenta la cultura del pueblo unido. En el aspecto ideológico los trabajadores, los de abajo, la gente, siempre han opuesto como valores la cooperación y la solidaridad contra la competencia y el afán egoísta propios de los capitalistas y de las élites.

Hay un segundo aspecto, el social, el de la relación salarial. El contrato entre el empleador y el trabajador se presenta por los ideólogos del actual orden neoliberal como una falsa situación de igualdad. El capitalista presenta su oferta y el trabajador es libre de aceptarla. Aunque en caso de rechazarla las consecuencias sea la depauperación e incluso la desaparición física de quien oferta su fuerza de trabajo. Al fin y al cabo es una opción y el es libre de tomarla. Susto o muerte.

Al margen de su desenlace trágico sería un contrato entre iguales si esto se redujera a la negociación entre: un capitalista un trabajador. Sin embargo esto no es así. Hay pocos capitalistas y una inmensa cantidad de trabajadores en los que la subsistencia depende de la venta exclusiva de su trabajo. Por tanto esta situación de igualdad se rompe. ¿Cómo recuperarla? Convirtiendo a esos cientos, miles de trabajadores en una unidad, en una sola voluntad. Entonces el capitalista sí que asume el riesgo real de dejar de producir. De ahí que en el imaginario colectivo siempre se haya apelado a la unidad como la única forma de tener posibilidades en la confrontación de los débiles contra los poderosos.

Esta unidad que, al margen de la bondad de sus actos, se ha producido mayoritariamente en el orden sindical, en el aspecto político ha tenido una historia tortuosa y torturada. Las variaciones entre el Frente Unido de Judea y Judea Unida son incontables. Esto ha sido así porque, para la corriente de la que participo y otras muchas que se han reclamado de la izquierda, se ha dado una excesiva importancia al aspecto táctico, al famoso “instante decisivo”. La lucha por la emancipación se ha convertido en una aventura gráfica donde el héroe tiene que pisar las baldosas adecuadas y en orden adecuado, de no hacerlo así el suelo se hunde, todo se derrumba y derechitos al infierno.

El héroe es en esta aventura es la organización de las personas esclarecidas, de la vanguardia. En este caso incluso PODEMOS es vanguardia puesto que organizarse -los que deciden dedicar parte de su tiempo a la lucha por la emancipación, o como quiera llamársele eso-, ya supone un cierto nivel de conciencia. Pero pretender que de los actos de esa vanguardia dependa exclusivamente el éxito político supone un ejercicio de narcisismo difícil de igualar.

Se ha demostrado hasta la saciedad que las personas piensan por su cuenta y sus movilizaciones, como sus cambios de opinión, cuando son ejercidos por amplios segmentos de la población, son inesperados. ¿Quiero decir con esto que es irrelevante las propuestas de los partidos políticos? En absoluto. A mi modo de ver las propuestas políticas tiene un efecto indicador, una orientación. Qué duda cabe que si son acertadas y aceptadas tiene muchas posibilidades de conseguir sus objetivos, pero para nada son el único y veraz camino, la historia esta llena de bifurcaciones. Quien vive la política con la fe del creyente tiene mas posibilidades de equivocarse que quien ve la rectificación como algo desagradable pero inevitable. Ahí si que que es la experiencia y el momento lo que cuentan.

Así pues la unidad es algo deseable pero ¿a cambio de qué? Como se ha dicho muchas veces la suma en política no se comporta de una forma aritmética y en ocasiones 1 + 2 es igual a uno. En el actual momento la batalla parece dirimirse en el orden electoral y por parte de Izquierda Unida y otros grupos como la Chunta, que han actuado y actúan como compadres del régimen bipartidista participando en sus gobiernos, se lanzan demandas por la unidad o confluencia. ¿Debe Podemos aceptar esta unidad aun a riesgo de obtener un peor resultado electoral?

En el lado de las ventajas supondría la extensión del uso de prácticas democráticas a la hora de elegir los candidatos, además de introducir el debate político sobre la identidad de actores como el PSOE o la Chunta. Por el contrario PODEMOS perdería sus señas de identidad, ese presentarse como algo diferente lejos del pacto entre organizaciones y con una fraseología diferente a la habitual.

Además en PODEMOS hay cierto miedo escénico al éxito. ¿Que ocurriría si PODEMOS obtiene una mayoría de concejales e incluso la alcaldía? ¿Como gestionarlo con un elenco de cargos carentes de experiencia en la gestión municipal? A mi modo de ver las gestiones en el orden de la política son eso: políticas, y los aspectos técnicos se magnifican desde un interés de parte. Sin embargo lo cierto es que la mayoría de los cargos técnicos de los municipios están incrustados de una ideología de derechas, e imponer no ya políticas sociales sino racionalidad se encontraría con la oposición enconada de esos agentes en el sentido amplio del termino. Ante esta perspectiva podría parecer que la unidad con otras fuerzas es una buena opción para el reparto de riesgos, lo que nos dejaría en una mejor posición y no nos cargaría tanto de responsabilidad.

Inconveniente. Volvemos a lo anterior. Los electores de Podemos pensarían que para este viaje no son necesarias tantas alforjas, ya que veríamos cómo se vuelve a la política tradicional de pactos y, seamos realistas, ante los recortes ni en la Chunta ni en IU se plantean ni de lejos un horizonte de ruptura institucional, con acciones de lucha e insumisión. Y si de algo están hartos los ciudadanos es precisamente del dialogo entre colegas, entre miembros de una misma casta, que se escenifica en los encuentros institucionales, donde vemos el cruce de genuflexiones, sonrisas y apretones de manos, de quienes son conscientes, y así lo representan, forman parte del mismo oficio de actores en la representación de una farsa.

Qué duda cabe que estas reflexiones son incompletas y no incluyen los riesgos inevitables de descrédito que puede suponer de la inclusión de arribistas, como tampoco los intentos de captación de los representantes de pueblo por parte de las élites mediante los beneficios, inicialmente intangibles, de la tan traída «erótica del poder».

Aun cuando hay razones en uno y otro sentido quizás la mejor opción para PODEMOS sea ir solos a las elecciones. Sin embargo hay una cosa clara: el programa colaborativo y las acciones que se desprenden para hacerlo operativo y real: asambleas con los vecinos, consultas con los asociaciones y movimientos sociales, tienen que incorporarse al funcionamiento cotidiano de la práctica política de PODEMOS. Dicho de otra forma: si queremos ganar socialmente esta practica política tiene que comportarse como si en PODEMOS se viviera en permanente campaña electoral.

Y por último quiero terminar parafraseando a Daniel Bensaïd diciendo que «la política no es sino la instancia en donde se juega la unidad de la multiplicidad, donde se decide, como una forma de apuesta sobre lo incierto, la suerte de los posibles.» Relaja bastante.
 

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