Cabalgando contradicciones: mujeres y construcción de partido

25/07/2014
Publicado por

 
Julia Cámara y Lucía Cayro
 
womanplace

«El socialismo por el que nosotras y nosotros luchamos tiene que ver con cómo entendemos y desarrollamos nuestra actividad política. Tiene que ver también con el desarrollo de las luchas concretas de las mujeres en defensa de sus intereses más inmediatos, el desarrollo de la conciencia feminista entre las mujeres y en el conjunto de la sociedad. El movimiento feminista es el motor y el sujeto de cambio de la situación de las mujeres. Un movimiento que desde hoy sea capaz, al nivel de las luchas que levanta, de situarse frente al orden social y a los privilegios masculinos. (…) Todo esto tiene unas claras implicaciones para el partido, como parte de la vanguardia revolucionaria; por su capacidad para unificar las reivindicaciones que expresan los distintos movimientos en un proyecto global de transformación social, tiene la responsabilidad histórica de situar en su trabajo, programa y estrategia, la perspectiva feminista de liberación de las mujeres. Tiene implicaciones políticas en la actividad del conjunto del partido, en el desarrollo de una teoría y práctica que integre en todas sus dimensiones la opresión patriarcal. (…) Por último, tiene implicaciones internas para el propio partido». [1]

Quienes desde posiciones revolucionarias tratamos de incorporar a nuestro hacer diario el feminismo nos encontramos con frecuencia con espacios y prácticas rígidos y poco amables, mares de símbolos construidos desde lo masculino que dejan poco margen para un desarrollo completo de las mujeres militantes y de sus posicionamientos. Es un hecho que quienes militamos en organizaciones de izquierda radical y participamos en espacios feministas escuchamos numerosas veces de compañeras la consigna inagotable “yo no acepto la contradicción de participar en partidos u organizaciones políticas mixtas, son machistas y tienen estructura patriarcal”. El paternalismo interno de algunos compañeros, nuestra poca visibilidad en los órganos de dirección, el doble esfuerzo que nos vemos obligadas a realizar y la inseguridad que sentimos al expresar nuestras ideas parecen confirmar este prejuicio. Y sin embargo, militamos; y sin embargo, no desistimos. ¿Qué nos lleva a participar en partidos u organizaciones políticas no mixtas con estructura, organización y actitudes patriarcales?

El convencimiento de que unir feminismo y anticapitalismo es, pese a las complicaciones que el solo intento supone, necesario, nos hace asumir múltiples contradicciones derivadas de una doble militancia agotadora y, en ocasiones, confusa. ¿Cómo afecta en nuestra militancia anticapitalista la lucha feminista? ¿Qué problemas encontramos? ¿Por qué es importante la participación de las feministas en organizaciones anticapitalistas y cómo combatir esas contradicciones que éstas asumen? Y, ante todo: ¿Qué medidas tomar como partido para que nuestros espacios dejen de ser hostiles para las mujeres? Si bien todas estas preguntas no tienen una única respuesta, a continuación procedemos a realizar un análisis sobre la importancia del trabajo de las feministas en los partidos políticos y cómo trabajar las contradicciones patriarcales en estos frente a la otra consigna repetida, esta vez por nuestros compañeros: “no es culpa nuestra, el partido no puede dejar de reproducir las contradicciones de la sociedad”.

Como anticapitalistas y feministas debemos dejar atrás la idea de “todo por las mujeres pero sin las mujeres” y comprender que una asunción real de las líneas ideológicas defendidas pasa necesariamente por un trabajo concreto en el seno de nuestras organizaciones para dar un vuelco a los criterios de selección de las direcciones y el papel del partido revolucionario, alentando a las mujeres a organizarse, escuchando sus opiniones y proporcionándoles herramientas y espacios que les permitan transmitirlas.

 

Hacia una superación de la desidia política

«El machismo de muchos de nuestros compañeros forma parte de nuestra realidad cotidiana. La discriminación entre los trabajadores y las trabajadoras, el trato muchas veces insultante y humillante, la incomprensión hacia nuestra situación de doblemente explotadas y oprimidas, la mezquina defensa de esos privilegios que perpetúan nuestra discriminación a costa de nuestros intereses comunes contra el capitalismo, son una muestra de esta dura realidad. Su negativa a abandonar un papel siempre preeminente, e incluso en contra de nuestras más justas reivindicaciones, forman parte de nuestra opresión cotidiana que sentimos incluso en el seno de nuestra propia clase. (…) A pesar de muchos olvidos y marginaciones, son cada vez más las veces en las que los trabajadores recogen nuestras reivindicaciones y luchan codo a con codo con nosotras; y esto sólo es posible cuando unos y otros entendemos que hay intereses comunes. Pero esta alianza sólo puede darse sobre la base del reconocimiento y defensa contra la discriminación. Exigiendo y tratando de conseguir el apoyo incondicional a la lucha por nuestra liberación. Es de esta forma como deberemos enfocar la lucha contra el machismo de nuestros compañeros». [2]

En 1979, en el marco de la celebración de su XI Congreso Mundial, el Secretariado Unificado de la IV Internacional planteó que “la representación insuficiente de las mujeres se resolvería por sí misma mediante un proceso ‘natural’ de selección de direcciones durante el giro a la industria” [3]. La evidente falta de atino de este arriesgado pronóstico no demuestra solamente un grave error de lectura y predicción políticas, sino un déficit en la comprensión del funcionamiento del patriarcado. O lo que es peor: una absoluta falta de interés por asumir y enfrentar el alcance real de éste.

La desidia política en todo lo referente al feminismo ha sido siempre algo común en las organizaciones de izquierdas. En general, pocos de nuestros compañeros son tan toscos como para no adscribirse al feminismo y no plantear un futuro socialista, feminista y ecologista. Sin embargo, el debido reconocimiento casi siempre viene acompañado de un profundo desinterés. La convicción de lo avanzado de los planteamientos ideológicos que las organizaciones de izquierda radical desarrollan ha sido históricamente esgrimida como excusa para no emprender el largo y costoso camino hacia la erradicación de las desigualdades internas. Desde una perspectiva revolucionaria, las y los anticapitalistas debemos ser conscientes de que la liberación de la(s) mujer(es) pasa necesariamente por la abolición de las relaciones de propiedad privada que reproducen su subordinación en la sociedad. Sin embargo, este anclaje materialista no debe hacernos caer en la falsa idea de que la abolición de las relaciones de clase traerá de la mano la emancipación feminista ni de que, hasta que ésta llegue, no merece la pena o es imposible mejorar la situación. La lucha feminista de masas por la igualdad de derechos y contra las políticas misóginas y de regreso al hogar de los gobiernos social-liberales y neo-conservadores no puede ir desligada de un combate feminista constante y contundente en el seno de nuestras organizaciones. Cualquier otra cosa es quedarse en la diarrea dialéctica de quien no cree realmente en su propio discurso.

La unión del anticapitalismo y del feminismo se asienta para nosotras en una determinada comprensión de la meta estratégica del partido revolucionario: organizar a la clase trabajadora en alianza con las masas oprimidas para la toma del poder y la eliminación de TODAS las relaciones sociales de opresión y explotación. Desde este punto de partida, la unidad de acción queda ampliamente fundamentada. Una asimilación real de esta idea exige tener en cuenta el carácter cambiante del proletariado y de las opresiones específicas dentro de éste, y la superación de la ilusión de un progreso históricamente gradual. Si un partido revolucionario omite estos dos puntos, acabará por forzar la desigualdad dentro de sus filas perpetuando un sujeto histórico de cambio cis-hombre, blanco, heterosexual, no migrante y de profesión liberal, con la consiguiente marginación del resto de identidades. La actuación dentro y fuera del partido son, por tanto, indesligables.

Un compromiso firme con las principales premisas del feminismo pasa por lograr la participación completa de las mujeres en nuestro funcionamiento interno y actividades públicas, generando referentes femeninos dentro del partido que rompan con los grandes nombres masculinos de la Historia. Para sacar a las mujeres de los espacios residuales y de los rincones oscuros es necesario tomar en consideración las experiencias políticas de las mujeres, ajustar el funcionamiento de la organización de manera que sea compatible con la doble jornada y con la doble militancia de muchas de ellas, cambiar el modo en que nos dirigimos a nuestras compañeras y crear herramientas que potencien su participación.

Dar el paso desde nuestra participación en manifestaciones a favor de los derechos sexuales y reproductivos o en grupos autónomos de mujeres hacia el empoderamiento colectivo dentro de las organizaciones mixtas de izquierda radical y hacia la superación de la desidia política interna que suele caracterizar a éstas es, cada vez más, una urgencia política.

 

Construyendo referentes femeninos: masculinización y modelos de liderazgo

«Así (…) hemos visto cómo no es posible acabar con nuestra opresión a través de transformar nuestros valores culturales de forma individual. Pero también es cierto que las mujeres, como producto social que somos, podemos reeducarnos en valores considerados masculinos pero que son, a veces, necesarios para la supervivencia en la selva virgen que es esta sociedad y también para cambiarla. Sin ir más lejos, muchas de nosotras al comenzar a militar en este partido revolucionario, tuvimos que empezar por revolucionar nuestro género. No por ello debemos entender que la salida es aceptar acríticamente el proceso de masculinización de hecho nos imponen a las mujeres en el ámbito de la vida pública. Nuestro objetivo está, por el contrario, en la revalorización de muchos valores femeninos y la construcción de individuas e individuos que recojan todos aquellos valores que, más allá de ser considerados ahora femeninos o masculinos, nos parezcan merecedores de ser universalizables al conjunto de la humanidad». [4]

El terreno de lo público está socialmente construido como un terreno masculino. Con el triunfo de la sociedad liberal-burguesa en el siglo XIX y la progresiva implantación del “sistema de género” asociado a ella, el mundo público se vio revalorizado, asociándose con valores “masculinos” como racionalidad, autonomía, estabilidad, fortaleza, dinamismo y responsabilidad, y construyéndose en base a ellos. El nuevo sistema de género occidental llevó a cabo una división sexual de las actividades sociales que ubicaba a las mujeres en el espacio doméstico (la esfera privada) y las excluía de las actividades adscritas a la esfera pública. De este proceso de deriva, entre otras cosas, el constreñimiento de las mujeres al trabajo de cuidados y de reproducción social. Esto nos proporciona además la idea de que cada vez que una mujer trata de penetrar en campos de conocimiento particularmente estructurados y formalizados debe atravesar una jungla de signos masculinos con los que tiene mayores dificultades para orientarse.

En todas las épocas ha resaltado, a pesar de esto, el nombre de determinadas mujeres célebres que consiguieron hacerse un hueco en el espacio político. Así ha sido también el caso en los partidos revolucionarios, donde son paradigmáticos nombres como Alexandra Kolontai o Rosa Luxemburgo. Se trataba principalmente de intelectuales cuyas vidas eran muy poco convencionales y que se veían obligadas a romper con la moral establecida y los roles de la familia tradicional en un nivel altamente superior al de los hombres revolucionarios. Parece claro que un elemento fundamental para su supervivencia como militantes políticas fue la red de apoyo y amistad femenina que crearon. [5]

Como esfera pública por antonomasia, el mundo de la política es un universo construido desde lo masculino. El modo de funcionamiento de las organizaciones y partidos, la naturaleza de las direcciones y el estilo de trabajo se dan en el terreno de lo que las sociedades occidentales han denominado “masculino”. Ejemplo de ello son las formas de debate, planteadas desde un punto de vista que implica “aplastar” a quien no está de acuerdo con nuestra opinión. Estas luchas de poder desmoralizan a quienes presentan valores de trabajo en equipo y no se ven alentadas a adoptar formas de comportamiento que las prueben iguales (de manera negativa) a los hombres. Como consecuencia, muchas de las mujeres que se mantienen en los partidos revolucionarios e incluso en órganos de dirección se ocupan frecuentemente de tareas “secundarias”, refugiándose en aspectos técnicos y relegando lo “socialmente relevante” a un hombre que se muestre con más conocimientos o experiencia.

Incluso en los casos en los que las mujeres son mayoría en estos órganos, suele ocurrir que no tengan el mismo poder que sus compañeros, al carecer de las conexiones informales y de la autoridad política que suelen poseer los hombres. Además, en el intento de demostrar su capacidad, éstas sufren con frecuencia cargas excesivas de trabajo que no son valoradas y que les hacen sentir ineficaces. Otra característica común es la de disfrutar de menos apoyo en la organización que los compañeros, pues no se trata sólo de que las aptitudes se encuentren separadas por género, sino de que aquellas que se sitúan en el ámbito “femenino” suelen ser subestimadas y desvalorizadas, del mismo modo que ocurre en el mercado de trabajo.

Necesitamos examinar nuestros símbolos revolucionarios y métodos de funcionamiento, buscando construir un partido igualitario y coherentemente feminista, que ofrezca a las mujeres símbolos propios y lenguajes políticos comprensibles. Con sus silencios, su limitada presencia y su inseguridad, las mujeres no hacen sino ejercer una crítica diaria de cada uno de los lugares de la política. Un problema central es la carencia de un funcionamiento colectivo real, la cual refuerza la división sexual del trabajo y las divisiones entre jóvenes y adultos y entre obreros e intelectuales. Así, la comprensión del patriarcado y la implantación de direcciones colectivas se vuelven aspectos vitales para la correcta construcción de partidos revolucionarios.

Cabe también destacar que a nivel internacional se observan distintos grados de opresión patriarcal que deben ser tenidos en cuenta si no queremos caer en un feminismo eurocéntrico y occidental ajeno a las opresiones específicas de otros territorios y culturas. Así, en países del determinado Tercer Mundo las militantes se enfrentan a partidos que prefieren que sean los hombres quienes se encarguen de las relaciones con otras organizaciones, de los viajes o de las tareas de dirección, alegando para ello un fuerte ambiente misógino que pondría a las compañeras en peligro o en situaciones complicadas. Un internacionalismo consecuente debe llevarnos a criticar estas conductas como una forma de machismo encubierto y a denunciar todo tipo de actitudes paternalistas procedentes de compañeros.

Un partido que no se esfuerce por valorar e integrar a las mujeres y a sus prácticas y modos se masculiniza, perdiendo un sector importantísimo de la población y la posibilidad de intervención en el movimiento feminista. Atajar este peligro implica la utilización de símbolos y héroes que incorporen las experiencias revolucionarias de las mujeres, la experimentación de estructuras que puedan atraer a nuevas compañeras a la organización y la creación de un ambiente político en el que no se haga sentir a las y los militantes estúpidos, poco preparados o intimidados. Por el contrario, la acumulación de la toma de decisiones en un número reducido de personas rodeadas de un aura mística no hará sino potenciar el sentimiento de inferioridad femenino y exigir a aquellas mujeres que apuesten por continuar en el partido que se conviertan en super-militantes capaces de despojarse de los marcos propios de razonamiento y de incorporarse a un mundo de competencia que demanda una dedicación constante.

 

Herramientas para luchar contra el patriarcado dentro del partido

«La asunción por todo el partido, y particularmente por sus direcciones del debate político sobre la opresión de la mujer, es una necesidad para la formación completa del conjunto de los y las marxistas revolucionarias y una necesidad para enfocar correctamente la intervención y elaboración programática en todos los sectores y para situar en cada frente de lucha la prioridad del trabajo por la construcción y dirección del movimiento feminista. El partido debe demostrar capacidad política y eficacia en su intervención y funcionamiento para ser y aparecer como la corriente política más comprometida en el impulso del movimiento de mujeres y ello debe reflejarse tanto en su composición como en la tendencia a una representación proporcional de las camaradas en los equipos de dirección, que haga posible no sólo la dirección y centralización del trabajo feminista, sino también su expresión en el conjunto de tareas de elaboración e intervención, sin esto, la incorporación de camaradas responsables de trabajo mujer en los órganos de dirección serán simplemente una descarga de tareas o la disculpa de “errores u olvidos” del resto de camaradas». [6]

Para quitar los obstáculos a la participación de la mujer en la vida política del partido se debe primero reconocer la discriminación enfrentada por la mujer en la sociedad actual y tomar en cuenta las diferencias sociales entre las mujeres. Esto debe situarse dentro de un plan global que tome en cuenta las necesidades y posibilidades de la organización, con una visión consciente y autocrítica de la historia de las organizaciones revolucionarias que rechace la concepción, anteriormente abrazada, de que estos problemas pueden “ser resueltos de manera natural”.

Son herramientas para el combate del patriarcado dentro de las organizaciones políticas invitar a las integrantes de las comisiones de mujeres a las discusiones de los órganos de dirección en caso de que no pertenezcan ya a éstos, así como la realización de escuelas y encuentros especiales para mujeres de carácter internacional; el establecimiento de metas, especialmente para incrementar la participación de mujeres en las direcciones, y la realización de reuniones especiales de seguimiento de estas acciones. Es necesario construir un equipo colectivo de dirección capaz de incorporar cuadros mujeres que sean capaces de superar la división del trabajo e incorporar otras formas de trabajo que no se basen en la competitividad y el mérito individual, sino en el trabajo en equipo, dedicando el tiempo necesario para que desarrollen las habilidades necesarias para las responsabilidades.

El fomento de una dirección con conocimientos profundos en construcción del partido por parte de las mujeres y en feminismo es esencial para no reproducir dentro del partido esquemas patriarcales. También hay que tener en cuenta que el equipo directivo no solo debe incluir las aptitudes típicamente masculinas, sino también otras cualidades como la del respeto y la capacidad de trabajar en lo concreto, además de en lo abstracto, para no generar un campo de batalla de fuerzas contrarias y permitir que los debates y diferencias sean resueltos desde el respeto en una cultura democrática. Esto es especialmente importante en las organizaciones juveniles y estudiantiles, que al estar preocupadas especialmente por la renovación de sus direcciones pueden preparar a las jóvenes para ser dirigentes. Además, las militantes más jóvenes suelen estar influidas en mayor medida por el feminismo y se encuentran en el que probablemente sea el periodo de su vida con menor número de responsabilidades personales y profesionales, siendo esta época pues esencial para que ganen confianza política, permitiendo generar además un marco de referencia para el partido.

Es esencial mostrar la voluntad de ganar mujeres a la organización política, lo que requiere recuperar y generar referentes femeninos públicos, preocuparse por la situación de las mujeres y sus problemáticas específicas y hablarles en su propio idioma. Se debe producir un cambio en las estructuras que permita atraer más a las mujeres y generar reuniones específicas para ellas. Las estructuras y la organización deben ser revisadas para que la atmósfera no sea hostil para las mujeres, no deben sentirse inútiles, intimidadas, recluidas en las tareas logísticas o marginadas por actitudes elitistas o lenguaje sexista, y para ello es necesario revisar las formas de discusión y generar un ambiente de camaradería que refuerce la confianza de las mujeres y permita el crecimiento de la organización, evitando también las discusiones informales en las que los participantes sean de un solo sexo, para que las direcciones que se construyan sean realmente colectivas. Sin olvidar que es innegable que cuanto mayor es el partido, más fácil es superar estos problemas. Implementar guarderías para reuniones y eventos externos del partido y evitar las reuniones innecesarias es otro punto esencial. Todo esto será más fácil de llevar a cabo cuanto más grande en número de militantes sea la organización.

Además, es importante darle prioridad a la formación, el debate y el análisis entre toda la militancia de los temas referentes a la liberación de la mujer y liberación sexual, asegurando cierto grado de comprensión de la problemática y la existencia de campañas de reclutamiento dirigidas específicamente a mujeres. Asimismo, se debe discutir con regularidad el trabajo de liberación de la mujer en los órganos de dirección, los que han de tomar en conjunto la responsabilidad de los problemas que surjan. Por último, en todos los ámbitos se debe tomar en serio la moderación de manera que no se vean perjudicadas las personas que menos espacio público ocupan: debemos ser capaces de analizar la familia, sus problemas y su peculiaridad de unir las esferas de producción y reproducción, esencial para la comprensión de la doble jornada que vivimos las mujeres.

 

Conclusiones: la necesidad de un esfuerzo colectivo

La participación de las mujeres dentro de los partidos revolucionarios es, en tanto que luchan por la emancipación de una opresión doble o incluso múltiple (en función de si se reconocen también en otras identidades oprimidas como las migrantes, las lesbianas, etc.), esencial, y ello requiere de medidas específicas aplicadas en todos los ámbitos: desde las direcciones, pasando por los actos públicos, hasta la imprescindible militancia de base, especialmente la juvenil-estudiantil. Esta urgencia política debe situarse dentro del marco realista de las necesidades y posibilidades de la organización, pero a la vez debemos rechazar firmemente la creencia en un gradualismo histórico a mejor. La ilusión en el progreso natural de las cosas queda derrumbada al demostrarse, como nosotras hemos hecho en este texto, que los problemas actuales ya se trataron en la Liga Comunista Revolucionaria y en encuentros de mujeres que sucedieron antes de que muchas de nosotras naciéramos.

El partido, con su capacidad para unificar las reivindicaciones en un proyecto global de transformación social, tiene la responsabilidad de atravesar su táctica, programa y estrategia por una mirada feminista que defienda la liberación de las mujeres en todos los ámbitos y sentidos. Esta defensa no puede quedarse en una reivindicación externa sino que debe ser aplicada a cada uno de los aspectos de su funcionamiento y organización interna. Las mujeres revolucionarias debemos recuperar nuestra historia y pasar a formar parte de la construcción crítica de la organización, y ello requiere de un esfuerzo colectivo para permitirnos, en tanto que doblemente oprimidas y explotadas, participar en política. De la puesta en marcha de este esfuerzo depende, en buena medida, la consecución de los objetivos que como anticapitalistas y feministas nos proponemos.

 
Notas:
[1] Tesis 17 y 18 del VIII Congreso de la Liga Comunista Revolucionaria.
[2] Justa Montero y Mª Luisa San José en las Jornadas Feministas Estatales de Granada. Citado en el Combate de diciembre de 1979: http://cdn.vientosur.info/Capitulo%2011%20PDFs/Doc.%2011.22.pdf
[3] Citado en “Acción affirmativa y construcción del partido entre las mujeres”: http://puntodevistainternacional.org/articulos-y-noticias/feminismo/220-accion-affirmativa-y-construccion-del-partido-entre-las-mujeres.html
[4] http://cdn.vientosur.info/Capitulo%2011%20PDFs/Doc.%2011.55.pdf
[5] Citado en “Acción affirmativa y construcción del partido entre las mujeres”: http://puntodevistainternacional.org/articulos-y-noticias/feminismo/220-accion-affirmativa-y-construccion-del-partido-entre-las-mujeres.html
[6] Primera Conferencia sobre la Mujer de la Liga Comunista Revolucionaria.
 

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